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This content is only available in Spanish. You can read its automatic translation by clicking here.Las normas
En circunstancias extraordinarias, como las que ahora vivimos, es cuando se hace más patente todo lo que no funciona. Por ejemplo, una educación que se basa en premios y castigos.
Las escuelas alternativas pueden ser muy diferentes entre sí, pero cuentan con puntos comunes. Uno de ellos, es el sentido que se da a las normas. Las cosas no se hacen o se dejan de hacer porque así lo manda el adulto. Lo que hace el educador es explicar cuál es el sentido de lo que hacemos: por qué no pegamos ni insultamos, por qué cuidamos el material, por qué cuidamos también de nosotros mismos. Aparte de las normas básicas, también puede haber otras consensuadas, en cuya elaboración han participado los niños y las niñas.
Cuando uno entiende el sentido de las normas, comprende que buscan el bien común, es más fácil cumplirlas. Y recordarlas. Lo contrario son esos colegios con miles de reglas cuyo sentido se pierde en la profundidad de los tiempos. Se cumplen por miedo al castigo. Y aún así, a veces hay tantas, que es imposible recordarlas. Con lo fácil que sería, simplemente, actuar en cada momento desde el respeto y la empatía.
Está sucediendo algo similar con esto del confinamiento. Al principio entendíamos que teníamos que quedarnos en casa para evitar contagios y que las UCIs colapsaran. Sonaba medieval, era exagerado que los niños no pudieran salir en ningún momento, pero el fondo se podía entender.
Ahora que en algunos territorios han pasado a fase 1, cada vez es todo más confuso. Una familia no puede ir en bici a pasar el día al campo, pero sí puede hacerlo si ha comprado un pack campestre a una empresa de servicios turísticos. Los niños siguen sin poder salir más que una hora entre las 12 y las 19, pero esta limitación no existe si se sale para ir a un restaurante.
En donde yo vivo (fase 1 con restricciones, o #fasebatiburrillo) ya no se entiende nada de nada: está permitido ir a un club privado a jugar al tenis, pero no a una instalación pública (no han abierto, como tampoco lo han hecho las bibliotecas ni los museos). Las malas lenguas dicen que el gobierno autonómico ha querido pasar de fase, aunque no era lo más prudente, porque estamos en periodo preelectoral y estar en fase 1 es "haber hecho los deberes", mientras que los que siguen en fase 0 "han suspendido"... otra vez la retórica de la escuela más casposa, donde en lugar de atender a las necesidades, se asocia suspenso a castigo por haberse portado mal. Hasta Fernando Simón tuvo que aclarar a un periodista que "Si suspende uno solo, hemos suspendido todos (...) Todos los servicios de salud pública han hecho un trabajo excepcional (...) Esto no es una cuestión de aprobar o suspender. Es una cuestión de acabar con la pandemia. Y estamos todos en el mismo barco".
Y así, vivimos esta fase como los alumnos de un cole chungo: sentimos las normas incomprensibles como una coacción humillante, así que mucha gente solo piensa en como saltárselas. Tienen tantos agujeros que es fácil. Hecha la ley, hecha la trampa... Pero esto facilita que haya un rebrote y tirar por la borda lo que se había conseguido mediante el confinamiento. Es lo que ocurre cuando se educa a base de premios y castigos.