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This content is only available in Spanish. You can read its automatic translation by clicking here.Summerhill, escuela democrática
Summerhill es la escuela democrática más antigua del mundo. Su fundador, Alexander Sutherland Neill, pasó por duras experiencias como combatiente en la I Guerra Mundial. Influido por estas vivencias, decidió crear una escuela que evitara que en el futuro volviera a darse algo así. "Todos los crímenes, todos los odios, todas las guerras , surgen de la infelicidad" es la idea que aún hoy guía el proyecto en el que, noventa años después, trabaja su nieto Henry Readhead, que nos explicó cómo funciona la escuela en la charla del pasado viernes en el II Ciclo Conferencias “Entendiendo la Educación”.
La prioridad en Summerhill es que los alumnos tengan sus necesidades emocionales cubiertas, que aprendan a funcionar como seres humanos. Desarrollar capacidades como comunicación, responsabilidad, compasión, respeto, que serán las bases sobre las que se llevarán a cabo futuros aprendizajes, incluído el camino en que elijan desarrollarse profesionalmente. Sin embargo, la escuela tradicional está tan orientada a transmitir conocimientos, que todo lo demás queda en segundo plano.
Hace años, podía ser importante tener un título. Ahora todo el mundo lo tiene, hay una hiperinflacción de lo académico. Conseguir una licenciatura ya no es nada, ahora se necesita un master, un doctorado… Esta presión se ejerce ya desde la infancia: la niñez, ese tiempo en que uno puede pelearse con un dragón, está desapareciendo, aplastada por agendas repletas de actividades extraescolares, deberes y preparación de exámenes. Se satura al niño con tanta información que no se le deja espacio para encontrar lo que quiere. Los niños a duras penas encuentran huecos para jugar, cuando lo primordial de la infancia sería tener tiempo para poder dedicarse a matar dragones, en lugar de actuar como adultos en miniatura.
Los niños tienen que dedicarse a matar dragones.
En Summerhill los niños son libres de hacer lo que quieran, pero como dice el viejo dicho, mi libertad acaba donde empieza la libertad del otro. Es común referirse a ella como escuela libre, algo que, aunque parezca paradójico, es compatible con tener 250 reglas. Son normas de todo tipo que la comunidad -niños y adultos- se ha dado a sí misma para poder funcionar. No son reglas externas cuyo sentido se pierde en el origen de los tiempos, sino reglas vivas, elegidas libremente entre todos, que periodicamente son revisadas y, si es necesario, cambiadas. La libertad es la base de la metodología: la libertad de estudiar matemáticas o de ir disfrazado. Los niños pueden jugar como quieran y cuando van a clase es porque quieren. ¿Redunda esto en que haya materias que no tocan? No, sólo que lo hacen a su ritmo, el lugar de todos los de una misma edad a la vez. El arco de intereses de los alumnos es muy amplio, porque todos los saberes están interconectados, y de un interés inicial se llega a otros; es la escuela tradicional la que parcela el mundo en asignaturas haciendo más difíciles los aprendizajes significativos. Al principio del trimestre, cada alumno decide a qué clases irá y este es su compromiso. Las clases tienen horario y estructura, pero al no ser obligatorias, los niños que asisten están verdaderamente interesados, van a exprimir ese tiempo-el sueño de todo docente. Es la manera de no matar el amor por el aprendizaje. Hay evaluaciones, pero sin expectativas académicas. Se realizan para ver cómo se está avanzando.
Los nuevos alumnos suelen entrar en Summerhill a la edad de seis años, y no suelen admitirse niños mayores de doce. La razón es que adaptarse a un tipo de educación así para niños que vienen de escuelas muy directivas puede requerir un periodo de entre un trimestre y dos años. Cuanto más mayor es el niño más complicada es la adaptación, porque ya trae un bagage emocional, o problemas de la escuela anterior y puede ser difícil para la comunidad resolver estos problemas. Durante mucho tiempo, Summerhill fue una escuela a la que familias desesperadas acudían con hijos que no se habían adaptado a otros colegios. Pero en la escuela, prefieren ser una opción para prevenir problemas, más que para solucionarlos.
La democracia en la escuela
Para Neill, los ciudadanos de una sociedad democrática deben aprender a tomar decisiones de forma democrática desde pequeños. En Summerhill, hay dos asambleas semanales, donde todos tienen voz y voto. Por una parte, está la asamblea general, donde se tratan asuntos cotidianos y se valora si incluir nuevas reglas. Por otra, el tribunal, donde se examinan casos concretos. Por ejemplo, si un niño ha usado la bici de otro sin permiso, el caso puede ser llevado al tribunal y se impondrá al que ha infringido la norma una multa de 50 peniques. Para cada infracción hay una multa establecida, multas que también se han decidido democráticamente y que pueden consistir en pagar una cantidad de dinero o dedicar un tiempo a realizar trabajos para la comunidad. Se considera que ser multado no es un castigo, sino una manera que tiene la comunidad de desaprobar ciertas acciones.
También hay trabajo por comisiones: Beddies Officers, se ocupa de que los niños se vayan a la cama y se levanten a su hora, Social Commitee, Bar Committee, encargada de recaudar fondos a través de la tienda de la escuela, Investigation Commitee, encargada de investigar cuando ha habido un robo, External Affairs Commitee, encargada de dar charlas sobre la escuela y Ombudsmen, que actuan como mediadores cuando un conflicto no ha podido ser resuelto por las partes interesadas.
El nieto de Neill no es optimista sobre el futuro de la filosofía Summerhill en las escuelas públicas inglesas, porque los poderosos desean mantener el control y una forma de hacerlo es mantener cierto tipo de educación. Y cita a su madre "Summerhill se fundó hace noventa años, y sigue siendo lo más avanzado en educación". Parece demostrarlo el hecho de que hace unos años pasaron por problemas legales: el gobierno laborista se había propuesto cerrar las failing schools y Summerhill estaba en la lista, ya que no encajaba en su patrón de medir sus escuelas, que incluía un determinado número de horas de asistencia a clase. El inspector también valoró negativamente que no tenían el mínimo número de wáteres que exigía la ley [¡Caramba, que obsesión que tienen las autoridades con la porcelana!]. Al final, todo quedó en un susto, pero da una idea de como estas escuelas democráticas resultan incómodas -toma paradoja- incluso para gobiernos democráticos. De hecho, en Inglaterra, sólo hay tres escuelas de este tipo.
Aprendizaje horizontal
En Summerhill no sólo aprenden los niños, sino que vivir en una comunidad así también supone para los educadores una experiencia transformadora. Para ser admitidos en la escuela, los profesores deben ser capaces de compartir la filosofia Summerhill y a veces les cuesta. A algunos adultos se les resiste la idea de que los niños tomen decisiones sobre sus propias vidas. Por ejemplo, puede costar admitir la idea de que un niño con un gran talento para la música decida no desarrollarlo, pero en Summerhill sí se acepta. Quizá vuelva a retomarlo en el futuro… o no. El elegir libremente conlleva la posibilidad de equivocarse, pero en la escuela se valoran los errores como fuente de aprendizaje.
Preferiría que un niño saliera de Summerhill como un barrendero feliz antes que un primer ministro neurótico.Además, los adultos aprenden algo que probablemente habían olvidado, y es que cada uno de nosotros tiene no sólo el derecho, sino el deber, de ejercer su libertad. Decide lo que quieres hacer, toma las riendas en lugar de echar a los otros la culpa de lo que es tu vida: esa es la verdadera responsabilidad.
A. S. Neill