Y es que así expuesto, parece que quienes se decantan por alguna de estas pedagogías para educar a sus hijos lo hicieran con cierta frivolidad. Como quien propone ir a pasar el domingo a un parque temático estrambótico, a ver qué tal.

Título aparte -que ya ha sido cambiado por uno más neutro- a muchas personas el contenido del artículo les ha parecido tendencioso; a mi, no. Creo que el periodista se ha informado y ha intentado mantener una postura equilibrada, dar una de cal y una de arena. Sin embargo, adentrarse en el complejo, palpitante y variopinto mundo de la educación alternativa requiere algo de lo que la mayoría de los adultos -y por descontado, de los periodistas- carece: tiempo. Con prisas, uno corre el riesgo de visitar unas cuantas escuelas activas y quedarse en lo pintoresco, en lo que más choca a primera vista a quienes han sido educados en un pupitre.
Adentrarse en el complejo, palpitante y variopinto mundo de la educación alternativa requiere algo de lo que la mayoría de los adultos -y por descontado, de los periodistas- carece: tiempo.
Supongo que a algunas personas, contemplar a unos escolares dando matemáticas entre boñigas de vaca les puede resultar tan sorprendente que se pierden lo que es verdaderamente asombroso: ver a niñas y niños resolviendo por sí mismos sus conflictos, enfrentándose a los problemas de forma asertiva, siendo capaces de reconocer y expresar sus sentimientos. Todo esto no se consigue en un día, claro. Detrás hay mucho trabajo de los adultos que acompañan a los niños. Y tampoco se consigue con las ratios que actualmente manejan la mayoría de los colegios. Pero eso no significa que no haya que luchar porque acabe siendo lo normal en todos. Ya basta de milongas y de llamarnos utópicos, que para rescatar bancos sí que había dinero.

Es cierto que el mundo de las escuelas alternativas no es perfecto. Falta debate, falta autocrítica y sobra autobombo. Existen conspiparanoias que pretenden hacerse pasar por pedagogías. Hay quienes pecan de sobrados, y consideran que tienen mucho que enseñar y poco que aprender. O que sólo los niños que vayan a su colegio, se salvarán [sic]. Siempre repito que conviene conocer lo mejor posible un proyecto antes de decidirse por él, que llevar el nombre de cierta pedagogía puede no significar nada. Pero la mayoría de las escuelas que conozco las lleva gente muy preparada y con los pies en la tierra, que con dos duros y a pesar de las trabas administrativas consigue dar lo mejor de sí y demostrar cada día que se puede educar de otra manera. Probablemente cometan errores, pero lo que no hacen es continuar aferrándose a una fórmula que no funciona -para esto, por supuesto, no se necesita ninguna etiqueta; muchos profesores francotiradores  consiguen ir cambiando dinámicas cada día en sus clases, en centros que no necesariamente les apoyan (podéis leer más sobre ellos en la web Trasteando (en) la escuela).

España es líder de la UE en abandono escolar temprano, pero aún así, la mayoría de las familias y docentes son reacios al cambio. Cuando se habla de innovación educativa, muchos piensan en cambiar los libros de texto por tablets -con las que seguir haciendo lo mismo. Las humanidades han sido prácticamente borradas del curriculum, porque no sirven para nada. A los niños que no entran en el molde se les diagnóstica TDAH y se les dopa, problema arreglado... ¿pero a dónde hemos llegado?

Si queremos cambiar la educación, toca hacer mucha pedagogía.

En este contexto, es muy triste que otra crítica recurrente sea que iniciativas como las escuelas bosque son una moda importada. En 1914, Rosa Sensat fundó la Escola Bosc de Montjüic y décadas antes ya funcionaban las Escuelas Ave María, que se pueden considerar la antesala de lo que hoy consideramos escuelas al aire libre. Desde finales del XIX -sí, también en una época de crisis económica y moral a la que se buscaban soluciones- hubo una auténtica ebullición en España de proyectos educativos (escuelas Montessori, la Escuela Moderna, el Instituto-Escuela) que situaron a nuestro país a la cabeza de la innovación pedagógica en Europa. Todo esto fue arrasado por la guerra civil. ¿Considerarlo ahora, una moda? Qué injusticia, para aquellos que nos precedieron y para los que vendrán detrás de nosotros. Es como si alguien hubiera dicho, al morir Franco, que recuperar la democracia no tenía ningún sentido, que eso sólo fue un experimento fracasado que duró unos pocos años... Espero que haya ciertas cosas que, esta vez, hayan vuelto para quedarse.

En cualquier caso, que todo este movimiento no es un postureo se demuestra fácilmente con los datos en la mano. Si queremos cambiar la educación, toca hacer mucha pedagogía. He querido contribuir a ello añadiendo a Ludus una línea de tiempo con la historia de las críticas y alternativas que se han planteado a lo largo de la historia a la pedagogía tradicional. Están incluidos desde Pestalozzi hasta Rebeca Wild, pasando por la Institución Libre de Enseñanza, Rosa Sensat o el trabajo de Emmi Pikler. Así, la próxima vez que alguien os diga que esto es una moda de hace tres días, le podréis mandar... aquí: http://ludus.org.es/timeline

Espero que disfrutéis tanto explorándola como lo he hecho yo investigando, buceando entre fotos antiguas y viendo como iban apareciendo las diferentes escuelas a lo largo del tiempo. Y por supuesto, muchas gracias a todos los que habéis colaborado con Ludus este año, porque sin vosotros, no habría sido posible.
 

Ir a la línea de tiempo >