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Cuando las altas capacidades se convierten en una maldición
El 14 de marzo es el día mundial de las altas capacidades, una condición que muchas veces se confunde con el alto rendimiento, aunque no es lo mismo. Y es que aunque las personas con altas capacidades son muy inteligentes y creativas, pueden acabar abocadas al fracaso escolar si se les somete a una forma de aprender basada en la repetición.

Aunque todavía son términos que se confunden, tener altas capacidades no es lo mismo que ser un superdotado, ni tampoco implica alto rendimiento académico. Las criaturas con altas capacidades se caracterizan por una inteligencia por encima de la media, aunque no necesariamente llegan al grado de superdotación (cociente intelectual mayor a 130). Suelen tener una forma de expresarse diferente a la que corresponde a su edad, un sentido del humor muy agudo, un alto sentido de la justicia, ser creativos, enfocarse con pasión en un tema, pero también tener muchas inquietudes. Son muy sensibles: pueden disfrutar de un poema que otros compañeros de su edad no entienden, pero también molestarles mucho el ruido. Críticos (también autocríticos, pueden tener un síndrome del impostor tremendo), rígidos y perfeccionistas, suelen tener baja tolerancia a la frustración... aunque en realidad, es difícil generalizar, puesto que no hay dos criaturas iguales.
Las altas capacidades se consideran una neurodivergencia: el cerebro no procesa la información de la forma habitual, lineal, sino que cada idea se ramifica en distintas direcciones y se asocia a otras ideas -que no tienen porqué estar relacionadas a primera vista- encontrando conexiones inusuales. Es lo que se ha denominado pensamiento arborescente o divergente. Ya el lenguaje común habla de irse por las ramas cuando alguien está explicando algo y por el camino se le van ocurriendo múltiples relaciones con otras cuestiones.
Se calcula que es una condición que depende en un 50% de los genes y en un 50% del entorno. Como otras cualidades, será difícil que se desarrolle sin una crianza y una educación adecuadas. Pero en un ambiente en que puedan desarrollar sus capacidades, brillan. Son los que en medio de un problema pueden encontrar una solución insospechada; quienes son capaces de dar nuevos puntos de vista, o recoger el sentir de una época, de un colectivo, o el propio en novelas, películas, composiciones musicales y otras manifestaciones artísticas; las personas capaces de sintetizar y explicar con claridad un problema complejo, o de hacer avanzar el conocimiento científico. También las que nos hacen partirnos de la risa retorciendo el lenguaje y encontrando dobles sentidos inesperados (como cuando Faemino y Cansado decían cosas como tanto va el cántaro a la fuente que se acaba comprando un bonobús). No necesariamente destacan en matemáticas (que es lo que habitualmente se asocia a ser muy inteligente), porque las altas capacidades pueden manifestarse en diferentes ámbitos.
Pero no todo son ventajas para quienes tienen altas capacidades. Su sensibilidad les lleva a vivir todo con más intensidad, para bien y para mal. Sin un acompañamiento emocional adecuado pueden acabar sintiéndose "raros" y aislándose. Necesitan aprender a controlar su tendencia a la crítica para no acabar amargados -y la mejor forma es tener modelos que, aun siendo conscientes de los males del mundo, sean capaces también de disfrutar de la vida. También entender que pasar a la acción y no quedarse en el mero análisis puede ser la mejor forma de encontrar afines.
Su tendencia a la competitividad puede llevarles a destacar, pero mal conducida, puede volverles insufribles. La manera que tienen de obsesionarse por un tema puede motivar que desatiendan el autocuidado. Si no consiguen estar entre los mejores en lo que consideran que es su campo, pueden acabar frustrándose y abandonándolo.
En la escuela tradicional, basada en la repetición, no encajan. Les aburre y cuestionan que esa sea la mejor forma de aprender. Para ellos, claramente no lo es. Se preguntan por qué tienen que estudiar cada año lo que es el sujeto y el predicado. Y ocurre que incluso, en centros más o menos alternativos, cuando se va acabando la primaria, se vuelve a un sistema más convencional "para prepararles para la secundaria", lo que significa ejercicios repetitivos y clases poco participativas. La avalancha de deberes tampoco les ayuda, porque necesitan tiempo para desarrollar sus intereses.
Uno de cada tres sufren bullying. Cuando se dan cuenta de que a poco que hagan sacan dieces, pero que eso implica despertar envidias o que les llamen empollones, pueden acabar por dejar de esforzarse (uno de sus problemas es que no aprenden a desarrollar hábitos de estudio, porque prácticamente les basta con atender en clase o leerse un libro para aprobar). Como al final lo que más les importa a las criaturas es que les quieran, si desde pequeños han aprendido que lo que se espera de ellos es que hagan fichas y no cuestionen a los adultos, no se rebelarán si en primaria no hacen otra cosa que dictados. Mientras que si han conocido una escuela donde han podido experimentar, estar en contacto con la naturaleza y explorar a su ritmo sus intereses, si pasan luego a una escuela convencional, criticarán sus sinsentidos.
Hartos de un sistema que no les atiende pueden acabar desmotivados, con depresión o con conductas disruptivas (esto más los chicos, las chicas son más de intentar enmascararlo, pasar desapercibidas para "encajar"). Se calcula que el 10% de los alumnos son de altas capacidades, es decir, uno de cada diez... ¿a cuántos conoces? Probablemente a muy pocos, porque la mayoría no están diagnosticados. Hay el mismo porcentaje de zurdos y seguramente te vienen a la mente unos cuantos más.
En muchos casos acaban abocados al fracaso escolar, deseando abandonar los estudios en cuanto pueden. Y así, lo que debería haber sido un regalo para ellos y para la sociedad, acaba convirtiéndose en una maldición.