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El enfoque Reggio Emilia
Las escuelas italianas de Reggio Emilia no son escuelas pensadas solamente para aprender, sino que se pretende ofrecer un ambiente en el que vivir y convivir.
Se respetan los intereses de los niños, que ya no son vistos como seres pasivos ni predeterminados biológicamente o por el ambiente; ni se concibe su desarrollo como encerrado en esquemas lineales; sino que son seres potencialmente ricos, fuertes, poderosos y competentes.
Loris Malaguzzi, uno de los fundadores de estas escuelas, escribió la teoría de “Los cien lenguajes de los niños”, en la que se defiende que los niños poseen cien formas de expresarse y que los adultos y la cultura les quitamos noventa y nueve. Se pretende dar posibilidades de expresar estos lenguajes (poéticos, estéticos, matemáticos, científicos,...) proporcionando ambientes ricos en propuestas, con asesores especializados, potenciando la experimentación, aceptando lo inesperado y valorando la diferencia.
El papel del docente en estas escuelas no es el de transmisor de conocimientos, sino el de creador de entornos estéticos, luminosos y tranquilos, respetuosos con los ritmos de los pequeños, configurando una atmósfera agradable que les haga sentir seguros y cómodos para explorar, jugar, inspeccionar, crear, expresar...donde los niños dirigen su propio aprendizaje. El docente escucha, observa, documenta, propone actividades y proyectos basados en los intereses de los niños entendiendo que la clase es un organismo vivo y en continua comunicación.
El papel del docente en estas escuelas no es el de transmisor de conocimientos, sino el de creador de entornos estéticos, luminosos y tranquilos, respetuosos con los ritmos de los pequeños, configurando una atmósfera agradable que les haga sentir seguros y cómodos para explorarEl ambiente se considera otro educador más, por eso se tiene especial cuidado en la elección de materiales (muchos reutilizados y sin una función específica), en la colocación de los mismos, en la iluminación ( se colocan vidrieras que pueden ser utilizadas como soporte plástico), en el diseño de los espacios exteriores...
Uno de los elementos que caracteriza a estas escuelas es el Atelier, o taller de arte. Es una sala de la que disponen todas las escuelas, que cuenta con un profesional especializado, el atelierista. Es un lugar en el que deben ejercitarse la mano y la mente, afinar la vista, la aplicación gráfica y pictórica, sensibilizar el buen gusto y el sentido estético, realizar proyectos complementarios de las actividades de la clase, buscar motivaciones y teorías de los niños bajo la simulación, ofrecer una variada gama de instrumentos, técnicas y materiales de trabajo y favorecer argumentaciones lógicas y creativas. En el taller, además de los materiales plásticos habituales como la arcilla o las pinturas, hay cámara fotográfica y de video, ordenador, fotocopiadora, retroproyector (para trabajar con la luz proyectada en la pared), mesa de luz...
Como podéis deducir de los que os he explicado, estas escuelas, aunque lleven en funcionamiento desde 1945, distan mucho de lo que se considera una escuela tradicional. En estas comunidades educativas, no hay programaciones cerradas ni niños siguiendo instrucciones de adultos y aprendiendo de forma pasiva. Hay lugares muy bien pensados y diseñados por especialistas donde vivir y convivir, donde dar rienda suelta a la fantasía y los intereses de cada uno, donde moverse libremente e investigar en colaboración con los iguales; donde las familias forman parte muy activa en la vida de la escuela, donde toda la comunidad se implica en la educación de los más pequeños.
Os animo a que busquéis información en la red sobre el pensamiento de Loris Malaguzzi y Reggio Emilia porque seguro que encontráis inspiración para vuestra labor como la hemos encontrado nosotras.