Niños sentados en círculo en medio del bosque
El manifiesto LA NATURALEZA COMO CONTEXTO SALUDABLE Y NECESARIO PARA LA EDUCACIÓN puede firmarse aquí

El curso acaba sin que se tenga claro todavía cómo será el regreso en septiembre. Se apuesta por una vuelta presencial, pero manteniendo a la vez las medidas de seguridad, ¿cómo podrá hacerse?

Todo apunta a que los tendrán que redistribuir en otros espacios. La pregunta es, ¿dónde? En otros países que ya están pasando por esta experiencia, ha habido de todo: polideportivos, iglesias, museos… Y ¡al aire libre! Hay muchos espacios públicos disponibles (parques, plazas, jardines) y los propios colegios disponen de patios y otros lugares para ello. Es evidente que es un reto tremendo, pero más de organización que de recursos como tales. En fin, lo que habría que evitar es reconfinar a los niños en sus casas, con todo lo que supone de organización familiar, dificultades técnicas, falta de socialización, separación de sus amigos, etc.

¿Crees que de aquí a que comience el curso se destinarán más recursos a la educación y a la conciliación? ¿O el peso de esta situación anómala seguirá recayendo en las familias?

Por lo que estoy viendo, el peso está recayendo en familias y en los docentes. Me consta que los colegios están haciendo grandes esfuerzos de apoyo también, pero no parece que reciban recursos para ello, sino que sale del tiempo, esfuerzo e imaginación de sus responsables. Es más, ya se está hablando de los recortes tremendos que va a haber en recursos humanos y plazas para alumnos. No pinta muy bien.

En el manifiesto publicado por EdNa proponéis que para que haya menos alumnos por aula se aproveche la naturaleza como espacio para el aprendizaje. ¿Cómo llevarlo a cabo en un entorno urbano? 

Como decía antes, hay muchos espacios públicos disponibles. Al aire libre tenemos plazas, parques, jardines, campos de deporte… Y a cubierto, museos, bibliotecas, centros culturales, polideportivos…. Hay que tener en cuenta que los niños estarán en grupos pequeños y no se trata de hacer excursiones, sino de aprovechar ese espacio. Dado que sí se van a tener que desplazar a esos lugares desde sus casas o desde el centro escolar, lo que esta solución sí requiere es una redistribución de personal y de horarios, posiblemente incluyendo la participación de personal voluntario, maestros jubilados o profesionales en prácticas. Aparte de maestros, hay muchos afines que ahora están en ERTE o en el paro, como educadores ambientales, trabajadores sociales, monitores de ocio y tiempo libre, etc. que tal vez podrían hacerlo. Para ello, también lo decía antes, el esfuerzo mayor es el de organización. Y para ello todo el claustro ha de estar a una y las administraciones deben apoyarlo. Este es quizá el reto más complicado.

Como antecedente citáis las primeras escuelas bosque modernas surgidas en Dinamarca a mediados del s. XX. ¿Por qué aquí, teniendo mejor clima y la misma falta de infraestructuras públicas no se adoptó la idea?

Bueno, de hecho, la idea existió en España -y en todo el mundo- ya a principios del siglo XX, con las escuelas al aire libre. Fueron creadas como parte del movimiento higienista, para, precisamente, favorecer la salud respiratoria en los niños más vulnerables. En aquella época prevalecía la tuberculosis y pilló también de lleno la pandemia de la mal llamada “gripe española”. Nos queda de esa época el legado de Rosa Sensat con su Escola del Bosc en Barcelona o Francisco Giner de los Ríos con la escuela del bosque en Madrid, por ejemplo. Ahora, un siglo después, parece que le tenemos un miedo casi irracional al “mal tiempo”, parece como si los niños se pudieran disolver con el agua de lluvia. Y lo que no se disuelve de ninguna manera son los recuerdos de las aventuras que pasan al aire libre. Ya lo dicen en Escandinavia, “no hay mal tiempo, sólo hay mal equipo”. Con un poco de preparación, el aire libre nos ofrece todas las ventajas y muy pocos de sus inconvenientes.

¿Qué diferencia a las escuelas bosque modernas de la Escola bosc de Montjüic o la Escola del Mar?

Estas escuelas tenían como fin, sobre todo, favorecer la salud de los alumnos. Tal vez estaban menos enfocados al juego libre como herramienta principal de aprendizaje, como sucede hoy en la mayoría de las escuelas infantiles en la naturaleza. También es verdad que acogían a niños de mayor edad y se impartía la materia curricular de forma más clásica. Pero tanto Sensat como Giner y otros pedagogos afines, tenían una visión del aprendizaje empírico muy similar a la que hoy existe en las escuelas en la naturaleza. Somos, pues, herederos de su legado.

Al aire libre el riesgo de contagio es menor, pero siempre que se respeten unas medidas de seguridad básicas. Aunque los niños estén en el bosque, ¿no resultaría complicado, si son pequeños, que compartan objetos, se lleven las manos a la boca, etc.?

Sí, no existe riesgo nulo de contagio, en casi ninguna circunstancia. Se ha demostrado que la mayoría de los contagios tienen lugar en espacios cerrados, por lo que el aire libre sería a priori un entorno más seguro. No obstante, las escuelas en la naturaleza, bajo el liderazgo de la Asociación Nacional de Educación en la Naturaleza, están elaborando protocolos de prevención muy detallados. Entre las medidas que se proponen es minimizar los materiales que se llevan al bosque, mantener una higiene de manos frecuente y trabajar con grupos pequeños.

¿Cómo está siendo la experiencia en otros países? ¿En Italia se está probando algo así?

Me consta que, en países con una larga tradición en educación al aire libre, ya se está haciendo. Pensemos en Dinamarca, Finlandia, Escocia… Sé que en Italia se está debatiendo a escala gubernamental y en Francia hay un debate importante sobre el tema. No son precisamente ejemplos marginales…

Desde Francia, donde ya han vuelto a la escuela, nos han llegado imágenes de niños en el patio que no pueden salir de la cuadrícula que se les ha marcado en el suelo, ¿merece la pena volver así?

Tremenda imagen, sí. Dudo mucho que eso solucionara gran cosa, porque en algún momento habrán entrado al edificio, al aula… y habrán tenido un contacto más estrecho entre sí. Y es justamente al aire libre donde pueden relajar la distancia social. En muchos de los ejemplos que menciono arriba se trabaja con el método de las “burbujas” o “células”, es decir, grupos de pequeño tamaño (8-10 personas) en las que los niños no intercambian sus figuras de referencia, lugares de permanencia o materiales con otros. Se trabaja con la analogía del grupo familiar y dentro del grupo, entre sí, interactúan con naturalidad. Con niños más mayores se les puede pedir, si acaso, que mantengan la distancia física con los adultos.

En España el confinamiento ha sido especialmente restrictivo... ¿se han tenido en cuenta las necesidades de los niños? ¿O se ha abusado de esa idea de que como son más resilientes que los adultos aguantan todo lo que se les eche? Parece que es también la idea que hay detrás de sus agendas de ejecutivos... ¿se han estudiado las consecuencias de la falta de tiempo para el juego y el contacto con la naturaleza?

Me ha sorprendido mucho la instrumentalización que se ha hecho del tiempo en este confinamiento. Parecíamos haber entrado en pánico por encontrarnos con tantas horas “vacantes”. Esto ha sido más flagrante con los niños, a los que no se les ha preguntado qué querían hacer con él y se les ha inundado de propuestas de todo tipo. Creo que ha habido una sensación generalizada de “vacaciones forzosas” y se ha impuesto una dinámica de aprovechar este tiempo para aprender un idioma, ponerse en forma, adquirir una destreza o festejar con los amigos online. Por no hablar de las tareas escolares. Se ha prestado muy poca atención al cuidado emocional, a la necesidad de parar y reflexionar sobre lo que estamos viviendo, de forma colectiva. No sé si habrá consecuencias permanentes sobre la falta de juego al aire libre tras este confinamiento, pero está claro que hay que generar oportunidades para él. No sólo para mitigar su ausencia en estos meses, sino para afianzar su presencia en el futuro. No nos engañemos: los niños ya jugaban muy poco al aire libre. Es un problema estructural que tal vez ahora aflore más, y que requiere una solución a largo plazo, más allá de esta (post-)pandemia.

¿Sois optimistas sobre los cambios que esta crisis puede provocar en nuestra relación con la naturaleza? ¿Nos hará replanteárnosla ya en serio, o al revés, nos quedaremos encerrados en casa con nuestro netflix?

Desde la Asociación Nacional de Educación en la Naturaleza estamos muy ilusionadas por el cambio de paradigma que esta crisis puede suponer. Creo que todos ya somos conscientes de que esta pandemia ha derivado de una mala relación con la naturaleza. Lo que no está tan claro es que vayamos a cambiarla, porque requiere una transformación muy profunda de nuestros sistemas políticos y económicos. Pero desde nuestra modesta parcela, educando a niños en una nueva forma de relacionarnos con nuestra esencia, con la naturaleza, creemos que se puede ir gestando un cambio lento, gradual, pero firme y seguro. No sé si lo veremos nosotras, pero esa semilla ya está germinando en las generaciones más jóvenes.

Algunas recomendaciones de EdNa

  • Permanecer el mayor tiempo posible al aire libre, una alternativa más saludable que los espacios cerrados.
  • Primar el juego libre en el exterior. El confinamiento en España ha sido uno de los más largos y estrictos, todavía se están estudiando las consecuencias que puede haber tenido a nivel físico y mental en la infancia, que ha pasado demasiado tiempo delante de pantallas y sin hacer ejercicio. Sobrepeso, estrés postraumático y depresión se han observado en pandemias anteriores.
  • Organizar grupos-célula con niños y niñas de edades heterogéneas y una ratio de 8-1
  • Cada grupo-célula no se relacionará ni hará uso de los espacios de otro grupo
  • Vigilar la higiene de manos y el fomento de normas de etiqueta respiratoria
  • Proporcionar formación sobre la COVID-19 a toda la comunidad educativa para la corresponsabilidad


El documento de protocolos completo se puede leer aquí: https://asociacionedna.files.wordpress.com/2020/06/protocolo-revisado_2020.pdf