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This content is only available in Spanish. You can read its automatic translation by clicking here.Un día en una escuela rural
¿Cómo es un día en una escuela rural? Algunas de sus características principales, como trabajar en grupos pequeños, la mezcla de edades o el contacto con el entorno natural son hoy reivindicadas por quienes persiguen un verdadero cambio en las escuelas. Si además sus docentes han llevado a cabo una profunda reflexión sobre los fines de la educación y las diferentes metodologías, el resultado es tan inspirador como el que las responsables del Centro Rural Agrupado Antía Cal han compartido en este artículo.
En nuestra escuela trabajamos con un objetivo firme, el del respeto por uno mismo, por los demás y por el contorno y por esto concebimos así el desarrollo de nuestra jornada:
Nosotras, las adultas llegamos a la escuela al menos 15 minutos antes para asegurarnos que el espacio esté preparado para recibir a nuestras pequeñas y pequeños.
Las puertas se abren a las 9, las pequeñas y pequeños entran con sus familias. En la entrada tienen su espacio personal y con la entrada a la escuela reciben su primer momento de dedicación individual, el saludo. La escuela es una segunda casa, se calzan las zapatillas y con ellas se adentran en un espacio preparado para los pequeños y pequeñas.
Desde el primer momento la entrada a la escuela se concibe de manera relajada, teniendo en cuenta, como para todo en nuestros espacios, las características individuales de la niña o el niño.
En la escuela se conecta con la idea de colectivo y para alguien que está en una fase egocéntrica, en ocasiones resulta, cuando menos, chocante, por eso tienen cada una de ellas y de ellos un espacio personal para sus cosas en la entrada de cada una de las escuelitas.
Las familias son bienvenidas a acompañarnos dentro del aula en el arrancar de nuestra jornada ya que de esta manera fomentamos las despedidas relajadas y la conexión de las familias con la escuela.
A medida que las familias abandonan el aula comenzamos a trabajar con las propuestas o provocaciones. Ninguna actividad es obligatoria por eso presentamos suficiente variedad adaptada a los intereses y necesidades del alumnado.
Las personas adultas tienen un rol de acompañantes, no directivo. Están en las aulas para observar, facilitar y acompañar la experimentación y aprendizaje de las pequeñas y pequeños. Tratamos de ponernos siempre a su altura para dirigirnos a ellas y ellos ya que como dice Beatriz Trueba Marcano en su libro Espacios en armonía: “(... ) la primera acción que realizar es bajar nuesta estatura, agacharnos para observar el espacio desde los ojos de un niño, para poder mirar a los pequeños a los ojos, cara a cara. Pero este gesto debe ir un paso más allá de la acción física. Ponernos a la altura de los niños y niñas desde su medida real y también emocional. Agacharnos para acercarnos al suelo y para entrar en la espiral de nuestro recuerdo emocional de la propia infancia.”
Los materiales utilizados son manipulativos y autocorrectivos, pretendemos fomentar de esta manera la autonomía y con ella la autoestima.
Los materiales no estructurados (aquellos que no están concebidos con un único objetivo) fomentan la creatividad. Y si están hechos de materiales nobles como la madera aportan también calidez y sensorialidad.
La primera parada de la mañana se realiza para preparar y disfrutar de un picoteo en grupo.
Es una manera de incluir una actividad de recogimiento, de conexión de grupo y al mismo tiempo de reponer energías y trabajar la alimentación saludable y la autonomía.
Comer no es obligatorio pero se anima a probar y a preparar el espacio y los alimentos que se comparten.
Las convivencias en gran grupo, como pueden ser los momentos de reunión o el picoteo, la merienda o la despedida, son un gran momento para observar las relaciones que se establecen entre iguales y fomentan la cohesión grupal. Si nos conocemos, nos comprendemos. Si nos comprendemos, nos respetamos.
En cuanto terminamos el picoteo lo recogemos y nos metemos de lleno en los procesos. En esta parte de la mañana proponemos actividades voluntarias pero que giran en torno a alguna temática concreta que es del interés del alumnado o que tienen que ver con el entorno. Lo importante de esta especie de “proyectos” es que el alumnado no trabaja para un producto final, sino que lo importante es el camino que recorre, el proceso. Cada alumna o alumno recorre un camino diferente, el proceso es personal, según el tipo de actividades que decida llevar a cabo y por lo tanto si en alguna actividad hay producto final, es raro que haya dos iguales. Es en esta parte de la mañana donde ubicamos también el trabajo de las especialistas tanto inglés como música. Las propuestas de psicomotricidad se dan habitualmente después de la merienda.
El hecho de que en nuestras aulas convivan niñas y niños de edades comprendidas entre los 3 y los 6 años promueve la colaboración y el aprendizaje entre iguales. Al mismo tiempo conecta más con la realidad que se vive fuera de la escuela ya que la sociedad no está dividida por rangos de edad.
La hora de la merienda es un momento fundamental ya que desarrollamos actividades de la vida diaria de manera autónoma. Trabajamos el autocuidado y la responsabilidad sobre nosotras mismas.
Cuando terminamos de merendar en cada aula tenemos dos personas adultas que garantizan que los espacios exterior e interior estén abiertos para empezar el tránsito libre.
Durante este tiempo el alumnado tendrá a su disposición los materiales de las propuestas de la primera parte de la mañana pero también la posibilidad de experimentar dentro o fuera con el resto de material de la escuela.
A pesar de que el juego libre es uno de los pilares fundamentales en los que se basa nuestro proyecto educativo, es en esta parte de la jornada en donde se convierte en el protagonista.
El juego libre de los niños y niñas es una oportunidad de buscar el crecimiento personal.
Muchas veces se confunde el hecho de tener libertad con la falta de límites. En la escuela cuando hablamos de libertad no nos referimos a un concepto ingenuo o egoísta de libertad, donde cada persona hace lo que le da la gana sin importar las consecuencias que tienen en el contorno y en las otras personas sino que se trata de una libertad responsable que tiene en cuenta el compromiso con otras personas desde la autonomía y la vivencia individual y social.
Nuestro alumnado puede disfrutar del espacio exterior aunque llueva ya que como bien dijo Tonucci, no hay mal tiempo sino ropa inadecuada.
Es también este el momento de mayores conflictos y relaciones sociales espontáneas lo cual nos sirve a las personas adultas para apoyar la resolución de conflictos reflexiva, acompañando y apoyando siempre a ambas partes del conflicto y dando la oportunidad de que los resuelvan autónomamente y acompañar la gestión de las emociones (todas tienen cabida, solo debemos saber gestionarlas cuando surgen).
El entorno natural que nos rodea es ya de por sí una fuente maravillosa de aprendizaje que invita al descubrimiento pero ofrecemos también otro tipo de alternativas para complementar el espacio exterior.
Cuando llega la hora de marchar, avisamos individualmente o en pequeño grupo de que queda poco para recoger para que de esta manera nuestro alumnado vaya anticipando el fin del juego y de esta manera no interrumpirlo bruscamente.
A la hora de recoger todas y todos recogemos todo, fomentamos el respeto por el espacio común. No recogemos porque toca recoger, no recogemos porque nos manden, recogemos porque el espacio es nuestro y nos gusta encontrarlo al día siguiente preparado para disfrutar de él otra vez. Queremos niñas y niños responsables, no obedientes.
Antes de marchar para casa, hacemos una actividad grupal final a la que se pueden unir las familias. La variedad de actividades pasa por cuentos, canciones, relajaciones, juegos de dedos...