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¿Son las TIC la mejor solución para educar en tiempos de pandemia?
Durante el confinamiento Internet pudo ayudar a las comunidades educativas a mantener a sus miembros en contacto. El peligro es olvidar su valor como herramienta de comunicación para pretender que las apps sustituyan a los educadores.
Distintas organizaciones educativas, pedagogos e investigadores de Estados Unidos se han unido para pedir que no se aproveche la crisis del COVID-19 para acabar con la educación presencial y sustituirla por educación online.
La Declaración sobre las Tecnologías Aplicadas a la Educación y las políticas educativas durante la pandemia alerta de que la situación provocada por el coronavirus puede convertirse un coladero para que los proveedores de apps educativas hagan su agosto, pervirtiendo el sentido real de la educación, perjudicando el desarrollo físico y cognitivo de las criaturas y acabando con las comunidades que se tejen en torno a las escuelas. Estas son sus ideas principales:
El aprendizaje se da mucho mejor en un contexto de relaciones humanas y se desvirtúa cuando la balanza se inclina hacia el uso de plataformas digitales.
Los resultados educativos de las Tecnologías Aplicadas a la Educación están destinados a fracasar debido a la forma que tiene el cerebro de reaccionar ante la pantalla. El cerebro no es amigo de las pantallas. La lectura de un texto sobre papel mejora la comprensión, la retención y proporciona una satisfacción auténtica. La escritura a mano potencia tanto la generación de ideas como su retención.
Un tiempo prolongado de exposición ante la pantalla no solo perjudica el aspecto cognitivo sino también a todo el organismo. Trabajar mucho tiempo ante la pantalla lleva consigo efectos perjudiciales para la vista y aumenta el riesgo de miopía y de obesidad infantil.
La privacidad sí que importa. Las escuelas tienen la obligación de conocer y de evitar cualquier riesgo que ponga en juego la privacidad de sus estudiantes antes de contratar una plataforma o servicio para ellos.
Es necesario limitar el tiempo frente a la pantalla. Utilizar la tecnología solo cuando sea necesario para la comunicación, colaboración, investigación o para facilitar la expresión creativa del aprendizaje del alumno. Si fuera necesario el aprendizaje a distancia, éste debería inspirarse en las interacciones humanas y diseñarse garantizando un alto compromiso y participación por parte del alumnado a través de pedagogías de aprendizaje basadas en proyectos y vivencias reales que les permitan ser verdaderos protagonistas de su educación.
El problema no es la brecha digital, sino la falta de recursos. No existe prueba alguna de que los programas 1:1 (un dispositivo por alumno) reduzcan la diferencia de rendimiento entre los niños de entornos favorecidos y los de entornos desfavorecidos. De hecho, los estudios demuestran que el aumento del acceso a Internet en los hogares con ingresos bajos lleva a peores resultados académicos.
Los estudiantes, especialmente los más pequeños y los que tienen necesidades especiales, aprenden mejor a través de las experiencias sensoriales. Por lo tanto, las escuelas tienen la obligación de optimizar ese modo de aprendizaje, incluso cuando los estudiantes están en sus hogares, fomentando actividades como la lectura de libros en papel, la escritura a mano, el arte, el movimiento, el juego al aire libre, los proyectos de matemáticas que guarden relación con el mundo real y la exploración de la naturaleza.
Estos puntos están extraídos del manifiesto Declaración sobre las Tecnologías Aplicadas a la Educación y las políticas educativas durante la pandemia que puedes leer completo aquí. También puedes firmar la petición para apoyar el manifiesto.