Ana Garralon
Ana Garralón | FERNANDO LEMOS

Ana Garralón (Madrid, 1965) es librera, escritora y crítica literaria, especializada en literatura infantil y juvenil (LIJ). En 2016 recibió el Premio Nacional de Fomento a la lectura por su blog, anatarambana, desde el que reseña libros que no hay que perderse y defiende, sin pelos en la lengua, que la literatura no debería servir para nada... o no, al menos, para colarles nuestros valores a los niños.

En los últimos años estamos viviendo un auténtico boom de la literatura infantil y juvenil... ¿Qué ha ocurrido con las predicciones más agoreras, que vaticinaban el fin del libro en papel? ¿Cómo es que mientras cierran librerías de toda la vida se abren otras nuevas dedicadas exclusivamente a la LIJ?

Si te fijas en las estadísticas, los libros para niños son uno de los subsectores más saneados de la industria editorial, así que es normal que muchas editoriales quieran llevarse un pedacito de la tarta, como está ocurriendo con editoriales que siempre han publicado novela y, en los últimos años, han incorporado colecciones dedicadas a libro ilustrado, como Nórdica, Impedimenta, Siruela. Los libros para niños, además, se venden también en América Latina donde la industria no es tan potente y suele haber compras de los gobiernos. Ganar una licitación en algún país latinoamericano supone imprimir entre 30.000 y 85.000 libros de un mismo título que, aunque se compren a un precio mucho menor, reporta unos dividendos nada despreciables.

Otro tema respecto a la gran cantidad de títulos es debido al abaratamiento de los costos de impresión en China, donde se está imprimiendo una gran parte de los libros. En este caso y, dada la debilidad del sector, los editores prefieren sacar más títulos con tiradas más cortas que menos títulos con tiradas más grandes que se van a quedar en el almacén.

Una novedad es que ahora parece que se habla más de los ilustradores que de los escritores...

Esto tiene que ver con el boom del libro álbum que ha invadido las mesas de novedades. De nuevo tenemos el abaratamiento de la producción de estos libros y un público receptor que busca libro de lectura rápida, como suelen ser los álbumes. Además, si te fijas, ya nadie pone la edad en sus libros, y esto se debe a que este tipo de libros son consumidos no solamente por niños, sino por adultos. Adultos que no tuvieron estos libros en su infancia y se dan el capricho de leerlos, e incluso los mismos ilustradores que arman sus colecciones para tener referencias.

¿Se publica demasiado? ¿Hay editoriales que están primando sacar novedades por encima de la calidad?

Yo creo que sí, por los motivos que he comentado antes. El mercado está muy encogido, y el grupo de compradores es relativamente pequeño pero muy activo: ellos prefieren tener novedades. En esta gran producción, no siempre la calidad es la más deseada, aunque los editores piensen que sus libros son interesantes.

¿Qué te movió a abrir una librería?

Yo soy librera desde mis inicios: abrí una librería especializada cuando acabé la universidad y luego trabajé muchos años con un librero alemán (sí: viví en Alemania) que importaba libros de América Latina para bibliotecas. Más tarde lo hice en la librería de FCE en Madrid. Abrir La Fabulosa fue un proyecto muy pensado, donde están presentes editoriales independientes de América Latina y se trabaja directamente con ellos en todos los sentidos. La idea de una librería de editores conjugaba mi deseo de trabajar los catálogos en su totalidad e implicar a los editores en la promoción de sus fondos, algo que todos ellos hacen de manera muy activa.

¿Cuánto tienen que ver con este auge de la LIJ obras que tal vez no son las preferidas de libreros y bibliotecarios, como El monstruo de colores o Geronimo Stilton?

Siempre ha habido una literatura popular y de masas, no me parece malo. Claro que los libreros quieren vender libros de calidad, pero los lectores también eligen y se dejan llevar por las modas. Geronimo Stilton es un fenómeno que me recuerda a los libros de "los cinco" que teníamos en nuestra infancia: libros fáciles, una serie para coleccionar y extras como un diseño donde los niños tienen la impresión de leer libros gordos. El monstruo de los colores es más un fenómeno de los mediadores y docentes que están usando determinados libros para aplicar su pedagogía. Sobre esto ya hablé en extenso en mi blog.

¿Qué tiene el ratón que engancha tanto a los niños? En cualquier caso, ¿puede tener valor como vía para fomentar el hábito de la lectura entre los más jóvenes, que tal vez pasarán de allí a otras obras?

No sabemos mucho sobre qué pasa con los lectores, no hay estudios que nos digan que, si leyeron tales libros se hicieron lectores de otras cosas. Yo creo que hay niños que leen Stilton y otros libros más complejos, niños que solo van a leer Stilton en su vida, y niños que se leerán toda la serie y buscarán otras cosas. Lo interesante es que tengan mediadores que les ayuden a subir escalones en lecturas más complejas. Pero el problema que tenemos a la edad en que leen Stilton es que no hay mucha oferta de libros entretenidos y que requieran otro esfuerzo lector. Aunque también hay autores como Roald Dahl que son un fenómeno de lectura y ventas y seguramente lo han leído muchos niños.

Estas mismas consideraciones, sobre si hay libros que pueden ser considerados literatura y otros que no, a muchas personas les parecerán elitistas...

George Steiner decía que "élite" es, simplemente, algo que es mejor. Como especialista me parece fundamental reclamar lo literario y tratar de crear lectores que tengan experiencias estéticas brindadas por el lenguaje.

¿Tienes estos libros en tu librería? ¿Eres partidaria de cierto despotismo ilustrado, de aconsejar o de dejar que los niños elijan lo que quieran?

Mi librería reúne los fondos de 12 editoriales independientes, así que (lamentablemente) no tengo best-sellers. Creo que las librerías especializadas tienen que tener también estos libros que venden mucho: ayudan económicamente a la librería y dan la idea a los lectores de que ahí hay libros para ellos. Los libreros que dicen "aquí no vendemos ese tipo de libros" me parece que ahuyentan a clientes que, quién sabe, tal vez algún día, leerá los libros que le gustan a los libreros. Sobre si los niños deben elegir sus lecturas me parece importantísimo que lo hagan: que elijan, que se equivoquen, que comparen, que tengan su propia opinión y experiencia.

Con el monstruo de colores sois unos cuantos especialistas en LIJ y pedagogos los que estáis horrorizados, ¿hay demasiados adultos que buscan en la LIJ moralina o una muleta terapéutica?

Lamentablemente, si. Es un tema viejo con los libros para niños, el de instruir deleitando. Padres y docentes se lanzan a estos libros para instrumentalizar la lectura. Creo que eso da la idea de que leer es trabajar, o leer tiene algo que interesa a los adultos sin que nadie haya pedido opinión a los niños. Para mí es una manera de incentivar un tipo de libros de autoayuda que no tienen nada que ver con la literatura.

Recientemente aparecía la noticia de que un colegio de Barcelona había decidido expurgar de su biblioteca cuentos clásicos que consideraba sexistas. La escuela explicó después que en realidad solo los había eliminado de la biblioteca de párvulos, porque a esa edad las criaturas aún no tienen sentido crítico... Sea como fuere, la noticia ha reavivado el debate sobre el valor de los clásicos. Puede que nos chirríe que nuestros hijos no lean los cuentos con los que crecimos, pero ¿no han quedado algunos desfasados? ¿No responden a valores de otras épocas, con los que ya no nos identificamos? ¿Hasta que punto ha contribuido que el lobo simbolice el mal a que se le haya perseguido hasta hacerlo desaparecer de muchos de nuestros montes?

También he hablado largo sobre este asunto. Lo de que "solo" los han eliminado de la biblioteca de párvulos me parece igual de censor que haberlos metido en un contenedor. Había una manera de hablar de ese proceso que me chirriaba: "libros tóxicos", libros leídos con "perspectiva de género". ¿Desde cuándo la literatura tiene que reflejar los valores dominantes? ¿Qué significa que un libro ha quedado desfasado? Los cuentos clásicos hablan del poder de lo desconocido (perderse en el bosque, los peligros, las decisiones que hay que tomar, lo pequeño frente a lo grande...), además de hablar a un nivel muy íntimo que Bruno Bettelheim explicó ya en los años 70 cuando los movimientos feministas y la nueva pedagogía quiso eliminarlos.

Bajo este principio desaparecerían el 80% de los libros de tu casa. ¿Te has parado a pensar esto? Hay otro asunto que me asusta y es pensar en un libro de manera literal. Si aparece en un libro tiene que ser igual que la realidad. ¿Dónde queda la idea de un lenguaje con plurisignificados, que juega con lo ambivalente, que reta lo supuestamente convencional? La literatura es un espacio de libertad y me parece que todas estas polémicas contribuyen a lavar tanto los libros que desaparece todo menos lo obvio. En este escenario ¿quién quiere leer libros que son obvios?

Por último, sobre lo del lobo, me llama la atención que establezcas esa relación porque, en el campo, desde luego, el lobo es malo (prueba a vivir con gallinas en un campo con lobos). No, no creo que la literatura haya llevado a la extinción a los lobos. Más bien me parece que desligarnos de este poder de la naturaleza nos está llevando a que ahora más que nunca hay docenas de libros que nos dicen que tenemos que volver al bosque, a caminar, a retomar ese contacto con la naturaleza. Siempre recomiendo leer a Gaston Bachelard porque nos da una dimensión muy interesante sobre esta necesidad y cómo la literatura la representa.

Los cuentos siempre han sido una forma de transmitir valores y tradiciones, ¿necesitamos nuevos cuentos? A juzgar por el número de libros que están publicándose sobre mujeres olvidadas por la historia, parece que sí.

No, no creo que los cuentos hayan sido una forma de transmitir valores y tradiciones. Lo que han hecho siempre es juntar a la comunidad alrededor de una historia que, bien contada, entretenía, hacía olvidar las penas, y daba sentimiento de grupo. En el libro Sapiens lo explican muy bien: la ficción es lo que nos hace diferentes de los monos y la capacidad simbólica e imaginativa nos convirtió en lo que somos hoy.

¿Se pueden defender valores ecologistas y feministas, y a la vez estar hasta el gorro de lo políticamente correcto?

A mí me parece muy bien la ecología y el feminismo, y el rescate de figuras olvidadas: se puede hacer perfectamente con los libros informativos. Cuando leemos un libro literario que nos quiere "colar" un mensaje, es cuando lo políticamente correcto nos da cierta grima o hartazgo. A nadie nos gusta que nos den lecciones y los niños tienen ya demasiadas.

¿Crees que son útiles las campañas de animación a la lectura? ¿Y las lecturas obligatorias en la escuela? ¿Pueden acabar produciendo rechazo?

Si los libros elegidos no son interesantes para los niños, obviamente. Hay muchos planes de lectura con libros descuidados, libros que parecen estar escritos por escritores que dicen "si es para niños, lo puedo hacer", con múltiples tareas que hay que hacer después de la lectura (rellenar fichas con resúmenes, etc.) y con poco espacio para la conversación inteligente. Creo que una parte de la pérdida de lectores se debe a estas lecturas escolares.

La pedagogía Waldorf defiende el valor de los libros clásicos sin edulcorar como arquetipos que presentan a los niños conflictos que se encontrarán en su vida, inspirándoles a enfrentarse a sus angustias con valentía. Montessori en cambio entendía que la educación debe ayudar a los niños pequeños a diferenciar lo verdadero de lo falso, y por eso en sus escuelas infantiles se prefieren los cuentos tipo Teo, que hablan de la vida cotidiana... ¿Entre los especialistas en LIJ también se da este debate?

No veo ningún conflicto. Una cosa es la literatura y otra los libros informativos (como los de Teo). Yo creo que los dos libros pueden interesar mucho a los niños y quizás los mediadores deberíamos equilibrar más la balanza de lecturas con textos de todo tipo, no solamente literarios.

En la educación libre es el niño quien elige que libros lee, movido por sus intereses. Sus detractores, sin embargo, no creen que se pueda tener interés por algo que no se conoce...

Es un método de prueba y error, creo que si los niños tienen para elegir libros de todo tipo, irán decantando su propio gusto. Eso significa que tal vez no todos los niños se conviertan en lectores, pero me parece más interesante que pensar en una clase de niños donde todos van a leer el mismo libro. Cada lector tiene su propio criterio y me parece muy bien acompañar en la educación esta idea.

¿Nos recomiendas algunos libros para la próxima Feria del Libro?

Bueno, te voy a recomendar tres que, a mi modo de ver, son ejemplos de lo que sería una literatura infantil de calidad que, además, encanta a los niños:

13 palabras, de Lemony Snickey con ilustraciones de Mayra Kalman (Ed. Limonero). Un libro singular, que bebe de las fuentes de la tradición del absurdo británico, ese nonsense con el que construye, con 13 palabras una historia sorprendente. Las ilustraciones de Kalman se ajustan a este esquema de imprevistos y sorpresas.

La mosca, de Gusti (Calibroscopio): Un libro que tiene ya bastantes años y se reedita ahora. La mosca decide que va a ser un gran día porque va a tomar un baño. Lo que el lector no se imagina hasta el final es dónde ha elegido tomarlo y las consecuencias que tendrá ese día supuestamente maravilloso.

¡No, no fui yo! de Ivar da Coll (Babel): Ivar da Coll es un ilustrador colombiano con una fuerte influencia de las historias clásicas y de ilustradores como Maurice Sendak. La historia en verso de tres amigos que van a merendar al campo tiene un aire gamberro e irreverente y, además, termina de manera magistral.