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This content is only available in Spanish. You can read its automatic translation by clicking here.Nada volverá a ser lo mismo
Deberes de la semana: escribir una carta sobre un viaje a un camping. Respuesta del alumno: "Lo siento, pero me temo que no podré ir ahora de camping (...) Madrid es como un escape room sin puerta". La educación descontextualizada, que separa la cabeza del cuerpo, que solo persigue resultados sin tener en cuenta las circunstancias ni los intereses de los niños, ha firmado su acta de defunción.
De la noche a la mañana nuestras vidas han dado un vuelco que aún no nos acabamos de creer. A la preocupación por la salud y por la situación económica, se suma que llevamos ya más de una semana confinados en casa y sin saber lo que nos queda... Son tiempos difíciles, pero merece mucho la pena pararse a ver lo que nos están enseñando.
- Es urgente enseñar a colaborar y no a competir.
Hay buenas noticias: ya se está trabajando en una vacuna contra el coronavirus. La mala es que los distintos laboratorios no están compartiendo información entre ellos, sino compitiendo por ver quién es el primero en sacarla. Cuánto tiempo perdido. - Cuando la educación se confunde con la represión, en circunstancias extraordinarias se necesita subir el nivel de represión para mantener el orden.
Países como Corea del Sur han conseguido bajar el número de contagios sin medidas tan draconianas como las que se han impuesto aquí. Su éxito se ha basado en realizar numerosos test de control, pero también en la responsabilidad de sus ciudadanos. En nuestro país, cuando las muertes se cuentan ya por centenares, todavía hay quienes intentan burlar a la policía para irse de fiesta. En pueblos con poca vigilancia hay familias que estos días se juntan para hacer barbacoas. Es lo que ocurre cuando la educación no se basa en la empatía y en explicar el sentido de las normas, sino en premios y castigos, que en ausencia de estos, muchos actúan de una manera totalmente irresponsable. - Cuando la responsabilidad social brilla por su ausencia, todos salimos perjudicados.
En Francia también están pasando estos días confinados, pero pueden salir a hacer deporte de forma individual. Los niños también pueden pasear por la calle, siempre que sea cerca de casa y vigilados en todo momento para que respeten la distancia de seguridad. Medidas útiles para manejar mejor el estrés y producir vitamina D (gracias a la exposición al sol). Dos factores importantes para reforzar el sistema inmunitario.
Aquí, en cambio, se presupone que las familias no van a ser capaces de seguir unas medidas mínimas de seguridad. Como apunta César Rendueles “Los científicos consideran que las salidas controladas son aceptables, pero se presupone que los padres vamos a incumplir las normas. En cambio, a los paseantes de perros, o a los que van a la compra, no se les presupone esa culpabilidad”. Hay una campaña en marcha #CORONAINFANCIAS para solicitar que los niños puedan salir al exterior de manera controlada, aunque solo sea a la azotea por turnos. Si quieres firmar, puedes hacerlo aquí. - Los deberes no son la solución, sino el problema.
Uno de los argumentos que suelen esgrimirse en favor de los deberes es que suponen un refuerzo para los alumnos de clases desfavorecidas, que si no tuvieran que hacerlos, pasarían la tarde "perdiendo el tiempo". La realidad que estamos viendo estos días es que tratar de seguir el ritmo de la escuela en casa está acrecentando las desigualdades. Muchas familias no cuentan con ordenador ni impresora, ni tampoco los padres pueden en muchos casos ayudar con las dudas.
Este parón podría aprovecharse para estar juntos, para hacer las cosas para las que nunca hay tiempo. Los niños están asustados, sin salir a la calle, sus padres están nerviosos pensando que perderán el trabajo... ¿de verdad hace falta seguir haciendo tareas descontextualizadas en medio de estas circunstancias?Cuando los deberes están muy alejados de la realidad (una redacción sobre un camping😱) y desmienten la creencia de que este encierro no tiene efectos en las #CriaturasdelConfinamiento #VozDeLaInfanciaConfinada #CoronaInfancias. "Madrid es como una escape room pero sin puerta". pic.twitter.com/yjqoq9V4ju
— Heike Freire (@heikefreire) March 24, 2020 - Los profesores están tan rodeados de sinsentidos como los alumnos.
En circunstancias normales ya se les obliga a perder mucho tiempo en tareas burocráticas sin sentido. Ahora es peor.Buen momento para la burocracia absurda🤬🤬 como el profesorado no andaba ya cargado de burocracia de normal.... dejen al profesorado hacer su trabajo, para eso son profesionales preparados! https://t.co/BlGbPpSO2f
— Manuel F. Navas (@nolo14) March 18, 2020 - La enfermedad no entiende de clases sociales, el confinamiento, sí.
No es lo mismo pasar la cuarentena en una casa con jardín que un piso insalubre con ventanas a un patio oscuro. Seguir cocinando alimentos sanos que subsistir a base de pizza. Las desigualdades sobre las que habitualmente pasamos de soslayo se hacen estos días más evidentes. - Todos vamos en el mismo barco.
Con los primeros casos de coronavirus, una chica se quejó en las redes de que se antepusiera la vida de unos cuantos ancianos a la economía. Aparte de demostrar menos empatía que una ameba evidenció una ignorancia enorme: con los hospitales colapsados, puede ocurrir que tengas un accidente de tráfico y que no haya recursos para atenderte. Por eso es necesario aplanar la curva: muchas personas se contagiarán, pero no es lo mismo que lo hagan todas a la vez a que los casos vayan creciendo más despacio y haya medios para atender a los enfermos que sufran complicaciones. (NOTA: los hospitales habrían tardado más en colapsar si no se hubiera recortado tanto en sanidad en la crisis del 2008. No volvimos a tener el número de camas que había antes y ahora lo pagamos).
- Necesitamos sentir que formamos parte de algo.
No sé vosotros, pero yo me emociono cada vez que salimos cada tarde a las 8 a aplaudir al balcón. Nunca había visto las caras de los vecinos de enfrente y ahora forman parte de mis días: el matrimonio que sale con el perrillo en brazos, el hombre que fuma compulsivamente, las adolescentes rumbosas, el niño que nos saluda con la mano... En algún momento perdimos el sentimiento de comunidad, sustituimos las historias compartidas por Netflix, engañándonos creyendo que ya no nos hacían falta. Algo que han sabido explotar los peores populismos para ganar votos, pero en su caso, de la manera más ruin, explotando el nosotros VS ellos, mientras que la pandemia nos ha igualado a todos. - El humor es lo que nos salva.
Estos días hay un derroche de ingenio en las redes que se agradece. El humor es tan necesario para los adultos como el juego para los niños: descarga tensiones, despierta complicidades, potencia el pensamiento lateral... (y según escribo esto, pienso que cuanta pamplina; que reírse, como jugar, mola y ya está, que parece que últimamente todo necesita tener una justificación de la neurociencia).- Estoy paseando al perro, agente. pic.twitter.com/qZK4vaYNsk
— Un Vampiro Andalú (@UnVampiroAndalu) March 15, 2020 - La vida vuelve cuando nosotros nos vamos.
La contaminación se ha reducido drásticamente en las ciudades en cuarentena. A este paso, el COVID-19 va a hacer más por reducir las emisiones de CO2 que el Protocolo de Kioto... La fauna marina ha vuelto a los canales de Venecia, algo que no recordaban ni los más viejos del lugar. Como en una preview de nuestra extinción, toda clase de animales (jabalíes, cabras, osos...) campan estos días por las calles vacías.Chinchilla (Albacete)
— Tarabilla (@Tarabilla02) March 19, 2020
Las cabras bajan a las calles vacías. Tó el pueblo para ellas 🐐🐐🐐 pic.twitter.com/d3K3yTyef9 - Las cosas que realmente merecen la pena en la vida son pocas, pero en una vida cotidiana donde todo son prisas y ruido, se nos olvidan. Como en esas pelis en las que le dicen al protagonista que le quedan seis meses de vida, de repente nos hemos sacudido de encima todo lo accesorio. ¿Lo recordaremos cuando pase todo esto?
Ahora ya sabemos que la vida es comer con un amigo en una terraza, ir de librerías, tomar el sol, ver una película, perderte por una calle desconocida, coger un tren. Por eso, cuando la vida regrese, le pediremos menos cosas. Y tendrá sentido esto.
— Manuel Vilas (@Granvilas) March 18, 2020