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Aquest contingut està disponible únicament en castellà. Pots accedir a una traducció automàtica aquí.El momento de la educación en la naturaleza
Si el COVID-19 se contagia sobre todo en espacios cerrados... ¿por qué no volver a la escuela combinando las aulas con el aprendizaje en espacios al aire libre?
Las primeras escuelas al aire libre se crearon a principios del siglo XX con el objetivo de mejorar la salud de la infancia. La tuberculosis era entonces una enfermedad para la que no había cura, de modo que se apostó por la prevención. Sus primeros alumnos fueron niños enfermizos, que fortalecían sus defensas al beneficiarse del aire puro, lejos de la contaminación y el hacinamiento. Otras circunstancias que ayudaron al auge de estas escuelas fueron las nuevas corrientes de renovación pedagógica y la falta de presupuesto para construir nuevos espacios educativos. "En la mayor parte de nuestra península, la fundación de escuelas al aire libre resolvería muy económicamente esta necesidad con ventaja para los niños, cuyas nacientes energías antes languidecen que se acrecientan en los edificios cerrados, en donde les obligamos a permanecer" alegaba Miralles y Solbes... en 1911!
Era lo que hoy llamaríamos un win-win, pero paradójicamente, fue en países con peor clima que el nuestro donde proliferaron estas escuelas. Aquí surgieron iniciativas muy interesantes, como la Escola del Bosc de Montjüic, las Escuelas Bosque de la Dehesa de la Villa o la Escola del Mar, pero la guerra y después la dictadura acabaron con ellas (en el caso de la Escola del Mar, literalmente, ya que desapareció tras un bombardeo).
En otros países europeos, la educación en la naturaleza vivió un renacimiento tras la II Guerra Mundial, cuando la falta de escuelas hizo pensar de nuevo en utilizar los espacios al aire libre como espacios educativos. Fue lo que ocurrió en Dinamarca, donde muchas mujeres habían quedado viudas y necesitaban lugares donde poder dejar a sus hijos para incorporarse al mercado laboral. Haciendo de la necesidad virtud, idearon un sistema de rotación por el que los grupos de alumnos se iban turnando, de forma que unos días los pasaban en el aula y otros en el exterior.
¿Una historia que se repite?
El modelo danés fue un éxito, hasta el punto de que se considera el origen de las escuelas bosque modernas hoy extendidas por todo el mundo. Dinamarca ha sido además uno de los primeros países en reabrir a las escuelas (hace ya un par de meses, cuando en España los niños aún no podían salir para nada), gracias a que para ellos hacer clase al aire libre no resulta nada extraño. El coronavirus se transmite principalmente en espacios cerrados, por lo que han priorizado la docencia en el exterior, aparte de tomar otras medidas como reducir la jornada, olvidarse de las asignaturas en las que se comparte material, el lavado de manos frecuente, o contratar a antiguos alumnos para que sirvan de apoyo.
La crisis del coronavirus nos ha llevado a una situación muy parecida a la que dio origen a las escuelas bosque: estar al aire libre es más beneficioso para la salud que los espacios cerrados y, a la vez, no hay espacio físico en las escuelas para que todos los alumnos puedan volver a las aulas manteniendo la distancia de seguridad. Ahora, además, hemos podido confirmar lo que hace un siglo no era más que una intuición: que el contacto con la naturaleza conlleva innumerables beneficios para la salud, el bienestar, el desarrollo y el aprendizaje de los niños y niñas. En palabras de Heike Freire: "aumenta su actividad física, sus capacidades psicomotoras y la inteligencia espacial, mejora la salud en general, reduce la ansiedad y el estrés, favorece las funciones cognitivas (memoria, atención, concentración...), desarrolla la creatividad, fomenta las relaciones sociales, favorece la resiliencia..." Freire, que ya promovió la campaña #coronainfancias para que se tuvieran en cuenta las necesidades de la infancia durante la cuarentena y ahora ha publicado la carta abierta Ningún coronavirus puede reinar en la escuela, critica además que la vuelta a la escuela se esté planteando en base a criterios exclusivamente epidemiológicos: "¿Cuáles son las necesidades de la infancia ahora mismo? Recuperarse del trauma que ha sufrido y cuidados. Algunos psicólogos dijeron durante el confinamiento que no pasaba nada por estar unos meses sin salir de casa, que los niños son muy resilientes... Ahora han salido estudios sobre los efectos que ha tenido en la infancia que señalan que uno de cada cuatro niños ha acabado con problemas de ansiedad. Y lo que se está planteando una vuelta a la escuela en que de nuevo se pasarán por alto sus necesidades."
La crisis del coronavirus nos ha llevado a una situación muy parecida a la que dio origen a las escuelas bosque: estar al aire libre es más beneficioso para la salud que los espacios cerrados y, a la vez, no hay espacio físico en las escuelas para que todos los alumnos puedan volver a las aulas
Desde la Asociación Nacional de Educación en la Naturaleza (EdNa), ya se están planteando alternativas que pasan, como en Dinamarca, por aprovechar los espacios exteriores y organizarse en grupos-célula con ratios bajas. Teniendo en cuenta las referencias científicas con las que ahora mismo se cuenta, EdNa ha publicado un protocolo con recomendaciones para desarrollar la actividad educativa en la naturaleza con seguridad además de un manifiesto (que puede firmarse aquí) reclamando que se tenga en cuenta el contacto con la naturaleza como forma de favorecer el desarrollo integral de los niños y las niñas: "Creemos que es el momento de abrir la mirada y acercarnos a la naturaleza, para conocerla mejor y protegerla en este cambio que se nos presenta a nivel global, y sabemos que la educación es fundamental para aprender a vivir esta nueva realidad. Afirmamos que la naturaleza, es un contexto saludable y seguro para la infancia y en estos momentos, más que nunca, los espacios naturales pueden y deben constituírse como entornos educativos complementarios a las aulas."
ACTUALIZACIÓN 10/6/20: la ministra de Educación, Isabel Celaá, ha anunciado hoy que se va a rebajar la distancia entre alumnos inicialmente prevista para que todos puedan volver en septiembre a las aulas (hasta ahora se hablaba de que volvieran solo la mitad de los niños y el resto trabajaran de forma telemática). Se recoge la idea de dividir a los alumnos en pequeños "grupos de convivencia estable" que deberán intentar no mezclarse con otros grupos. También ha hablado de aprovechar espacios no pensados en principio para dar clase, como la biblioteca o el comedor. Lo que de momento no se ha mencionado es la opción de tener en cuenta también los espacios al aire libre.