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This content is only available in Spanish. You can read its automatic translation by clicking here.El sexismo que leemos en las camisetas
Este artículo es para quienes creen que “el azul para niño” y “el rosa para niña” están ya superados. Nada más lejos de la realidad. La vieja costumbre de encasillar a las personas en categorías estancas es ahora más sutil, pero precisamente por esto también más peligrosa.
El café de aquella mañana se nos quedó helado. ¿El culpable? Un tweet de la escritora Kate Long que denunciaba el sexismo de las camisetas infantiles de Primark.
Las que firmamos este artículo somos madres y lingüistas. Automáticamente, las dos corrimos a los armarios de nuestros retoños. Después de sobreponernos al desorden, tuvimos que recuperarnos también del puñetazo lingüístico que allí nos esperaba y que reproducía, a escala doméstica, lo que Long había observado en las estanterías de Primark.
Este artículo es para quienes creen que “el azul para niño” y “el rosa para niña” están ya superados. Nada más lejos de la realidad. La vieja costumbre de encasillar a las personas en categorías estancas es ahora más sutil, pero precisamente por esto también más peligrosa.
El mecanismo segregador actual se encuentra, entre otros factores (imágenes, hechuras…), en el uso del idioma. El lenguaje es para los humanos como el agua para los peces. Vivimos inmersos en él. No notamos su presencia, pero determina en gran medida nuestra existencia y nuestra visión del mundo. Si ponemos colorante azul en la pecera, el pez verá el mundo azul. Si lo ponemos rosa, lo verá rosa.
Eso es lo que el lenguaje de las camisetas está haciendo con nuestros jóvenes, de manera silenciosa, pero sistemática. Al menos eso es lo que descubrimos al analizar 632 camisetas de las colecciones en vigor y los avances de temporada de marcas como Mayoral, Mango, Zara, H&M, Benetton, Charanga, Gocco, Hilfiger, Ikks, Ralph Lauren, Armani, Dior, Gucci, Hugo Boss, Karl Lagerfeld, Moschino, Kenzo y Stella McCartney, incluyendo diferentes nacionalidades y gamas de precios.
Dime cuántas palabras hay en una camiseta y te diré si es de chica o de chico
Primera sorpresa. Las camisetas de niños con texto son en general más abundantes que las de niñas (360 vs. 272).
Una camiseta para niña que contiene un animal, simplemente se lo muestra. Si es para niño, le ofrece información y datos sobre él. Si nos fijamos en las prendas con oraciones y, por tanto, pensamientos complejos, o con más de tres unidades lingüísticas (onomatopeyas, palabras, sintagmas) se abre un abismo: las dirigidas a niñas son menos de la mitad (104 vs. 210) Aún tratando sobre un mismo tema, la tendencia es a incluir mucho más texto en la versión masculina.
Retamos a los lectores a encontrar camisetas de niña que contengan algo parecido a los tratados de matemáticas, zoología, astronomía o autoayuda que se pueden observar en las diseñadas para niños:
¿Será que las niñas no saben leer? Las estadísticas dicen lo contrario: ellas obtienen mejores resultados tanto en primaria como en secundaria y bachillerato. Entonces ¿por qué se les priva del lenguaje y de la información en sus camisetas? ¿Se presupone que no están interesadas en aprender? El input lingüístico no es irrelevante en términos de desarrollo cognitivo y social como han puesto de manifiesto múltiples disciplinas.
Voz y acción, pero solo para los chicos
Sabemos que además de ser una herramienta de comunicación y un vehículo de expresión de nuestros sentimientos, el lenguaje tiene otra función tan importante o más que las anteriores: mediante la palabra también podemos empujar a otras personas a la acción.
Las camisetas analizadas contienen frases inspiradoras y motivadoras, como consejos, sugerencias y peticiones, pero nuevamente sorprende su distribución según el género.
Las sugerencias y consejos –actos que buscan movilizar al oyente en su propio beneficio– aparecen mayoritariamente en las camisetas de los chicos y esporádicamente en las de las chicas (91 vs 24). Les invitan a “explorar” (Let’s explore), a “disfrutar” (Enjoy the vibes), a “ser auténticos” (True to yourself), a “esforzarse” (Push yourself), a “vivir más sin preocuparse” (Live more, worry less), etc.
A ellas en cambio se les reserva otro tipo de acto lingüístico: las peticiones, que también invitan a la acción y movilizan al oyente. Eso sí, en beneficio de terceras personas, raramente en el suyo propio: Grow kindness, “Sé amable”; Share the love, “Comparte el amor”.
Por eso, mientras ellos se “crean su propio futuro” (Create your own future), ellas lo hacen para otros (Inspire others and let’s make the future fantastic, “Inspira a otros y construye un futuro fantástico”).
Mediante el lenguaje también podemos afirmarnos como individuos y manifestar nuestra autoestima. Mensajes como A better me is coming (“Mi mejor yo está aún por llegar”), I’m the future (“Yo soy el futuro”) o I’m ok with this look (“Me gusta mi look”) aparecen en las camisetas que dan voz a los niños más a menudo que en las de las niñas.
Pero hay más: las camisetas femeninas tienden a omitir el uso del pronombre personal en primera persona (Happier than ever, “Más feliz que nunca”), usan plurales genéricos (We ride to fly, “Cabalgamos para volar”) o incluyen significados que poco aportan a la creación de una identidad acorde a los retos que estas niñas encontrarán en su futuro (I’m a unicorn, “Soy un unicornio”).
A las chicas se les tacha habitualmente de presumidas, pero está claro que en nuestra sociedad, o al menos en sus camisetas, presumir no es de chicas.
Los chicos con las chicas tienen que estar… ¿seguro?
Así empezaba una conocida canción de Los Bravos allá por el año 1967. Han pasado varias décadas y guateques desde entonces y se podría pensar que en el siglo XXI los nietos de aquellos jóvenes no tendrían limitaciones y podrían compartir emociones, profesiones y deportes.
Al parecer en las camisetas… no.
Aunque parezca mentira, todos los grandes “temas” de la humanidad –el devenir de la vida, los anhelos, el individuo, la sociedad, las emociones…– se encuentran impresos en estas prendas de ropa. Sin embargo, el desarrollo de esta filosofía existencial camisetera no es tan igualitaria como podría parecer.
Para Moschino, las chicas no hacen deporte; son las animadoras que vitorean a los jugadores de baloncesto. Según Benetton, viajar por el espacio gusta pero por separado: ellas van a la Luna a soñar y ellos, a Marte a explorar en condiciones extremas. En casi todas las colecciones aparece la naturaleza, pero las mariposas que revolotean, los perritos cuquis y las flores delicadas son para ellas, mientras que a ellos les van más los leones que rugen, los perros rockeros y los cactus espinosos.
Podríamos seguir hasta el infinito y más allá pero lo más llamativo está por llegar: las actitudes y los valores que se proclaman ante la vida.
Aquí, en ambos sexos se utilizan metáforas tan cotidianas que pasan casi desapercibidas pero que, como buenos mecanismos cognitivos que son, nos sirven para entender conceptos, despiertan emociones y se “chivan” de lo que realmente pensamos.
En las camisetas, la vida puede ser un viaje, que algunos hacen en moto o skate (Ride and roll, “Sube y rueda”) y otras andando (Step by step, “Paso a paso”). También puede ser un lugar del que salir para vivir aventuras: a ellos les esperan para que las exploren (Adventure awaits, “La aventura espera”) y ellas esperan a ser llevadas en ese viaje de ida, pero con vuelta (Take me to the pastel moon and back, “Llévame a la Luna pastel y tráeme de vuelta”).
El tiempo se entiende como espacio: para ellos el futuro es una gran oportunidad y está delante (A better me is coming), para ellas el pasado es imprescindible y está detrás (Memories of sunshine in Paris, “Recuerdos del sol en París”). El tiempo es también un objeto que ellos manipulan (Design your tomorrow, “Diseña tu futuro”; The future is “stellar” mine, “El futuro es "estelarmente” mío") y que ellas, simplemente, tienen que conservar (Collect moments, “Colecciona momentos”).
¿Cómo lograrlo? Pues compartiendo valores –excelencia, positividad, amistad, constancia, disponibilidad– y sintiendo emociones –felicidad, miedo, amor–.
Todo lo bueno sabemos que metafóricamente se coloca arriba. Por eso, ellos, que ya están en la cima, aún tienen que seguir subiendo (Climbing challenge in the top of the world, “Reto de escalada en la cima del mundo”), mientras ellas han de soñar que llegarán (Dream, “Sueña”; Never give up, “Nunca te rindas”).
Para unos, lo “mejor” es lo diferente (Break the rules, “Rompe las reglas”). Se les anima a estar llenos de energía y listos para todo (Bring the action, “Trae la acción”), a centrarse en su verdad (Be you! True to yourself, “¡Sé tú mismo!”) y compartirla con sus colegas (dudes, buddies…) y a intentar no dar miedo (Savage wolf team, don’t fear me, “Equipo de lobos salvajes, no me teman”).
Para otras, lo bueno es lo que se hace sentir, por eso se les aconseja ser amables (Be kind), permanecer positivas (Stay paw-sitive) y tranquilas (Llamasté-yoga time); cuidar el outfit para parecer fantásticas (Life is not perfect but your outfit can be), intentar ser amigas de todo el mundo, porque son monísimas (Cute) y maravillosas (Marvellous) y, especialmente, fiarse de sus sentimientos (Listen to your heart). Al fin y al cabo la cabeza es para otras cosas (Head on the moon, “La cabeza en la Luna”) y ellas han venido a este mundo para irradiar alegría (Raised to shine, “Hecha para brillar”).
Esperamos que en este recorrido metafórico por los mensajes impresos en las camisetas se haya notado el desdoblamiento genérico, que lejos de ser inclusivo, discurre literalmente por mundos paralelos donde a unos se les instruye en egoísmo y hedonismo y a otras se las destina a la empatía y al sacrificio.
Si eres rico, todo lo anterior no se aplica… o casi
El sexismo con base lingüística en las camisetas es generalizado, pero algo de esperanza hay, aunque no esté al alcance de todos los bolsillos… Camisetas de diseño como las de Hilfinger o Gucci proclaman el amor para todes:
Las firmas más caras y elitistas (Dior, Armani…) limitan generalmente su mensaje al nombre de marca, aunque a ellas se les suele poner el nombre completo del diseñador y a ellos el nombre de pila o sus iniciales.
En cualquier caso, estos matices, que a veces solo “sutilmente” saltan a la vista, como en las ocupaciones gatunas Gucci, son poca cosa en comparación con los claros sesgos sexistas observados en marcas dirigidas a consumidores con nivel adquisitivo medio o bajo.
Es más, marcas exclusivas como Kenzo suelen promocionar los mismos valores –optimismo y libertad– e incluso, en las camisetas de ellos, insistir en la ineludible complementariedad de ambos sexos. Algo que también surge, a veces, en las marcas de nivel intermedio como IKKS que abogan por una representación más activa y positiva de las niñas con mensajes de autoafirmación (Girls love rock too, “A las chicas también les gusta el rock”); y por la inclusión de los niños en mundos reservados a ellas (French lover, “Amante francés”; French surfereusse, “Surfista francesa”).
Del 11F al 8M y más allá
Hace unas semanas, con motivo del 11F, Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, la sociedad se volvía a escandalizar ante la falta de vocaciones científicas en las niñas. Como explica Pérez Iglesias, alrededor de los seis años las niñas comienzan a pensar que no son tan brillantes como los chicos y a evitar actividades que se consideran propias de personas inteligentes. Este artículo pretende dejar constancia de los sitios tan recónditos donde comienzan a gestarse estos estereotipos.
El lenguaje de las camisetas infantiles en pleno siglo XXI todavía encasilla por géneros, limita mentalmente a las niñas y reduce sus expectativas laborales y de ocio. Lo deseable es que puedan soñar con trabajar en cualquier ámbito –ser madres, paleontólogas o astronautas– y divertirse de cualquier forma –haciendo skate, escalada o jugando a las cocinitas–. Pero no nos olvidemos de que el 11F y el 8M no son solo para ellas, sino también para que ellos amplíen sus mundos en la dirección opuesta, realizando acciones más “de chica” como las que nos muestran las camisetas.
El 8M, más allá de retóricas biensonantes y desgastadas, necesitamos descender a lo cotidiano. Decía Wittgenstein que “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mente”.
No lo olvidemos. Leamos los mensajes de las camisetas antes de comprarlas. Quizás una acción tan insignificante pueda abrir horizontes en los que practicar, de verdad, eso que decían Los Bravos de que todos juntos –niñas, niños, niñes, niñ@s, niñxs– y revueltos puedan cantar y bailar.
Lorena Pérez Hernández, Profesora Titular de Filología Inglesa. Lingüística cognitiva, Universidad de La Rioja y Iraide Ibarretxe-Antuñano, Catedrática de Lingüística General., Universidad de Zaragoza
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Leer el original.