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La España vaciada esconde un patrimonio cultural que se puede acabar olvidando debido a la despoblación. Afortunadamente, hay escuelas dispuestas a sacarlo a la luz, consiguiendo que sus alumnos se interesen por la historia al investigar el pasado de su propio entorno.
“¡Profe! ¡Aquí hay algo! ¿Será el "anillo de la paz”? ¿Será la tumba de algún monje?“. Los alumnos de primaria del colegio público de Belmonte de Miranda (en el concejo de Balmonte) se emocionan con los primeros descubrimientos en la excavación arqueológica del monasterio de su pueblo.
La ansiada joya de la que hablan es el "anillo del abad”. Cuenta la historia que todos los abades tenían un anillo que los identificaba como rectores de un monasterio. Los alumnos se entusiasman con la posibilidad de encontrarlo. ¡Aunque ellos hacen su propia interpretación y lo llaman el “anillo de la paz”!
¿Qué es un abad?
Cuando empezaron a investigar la historia de su pueblo no sabían qué era un abad, ni dónde había estado el antiguo monasterio. Al final del curso y de la excavación arqueológica conocían la importancia del desaparecido monasterio de Santa María. Sabían cómo funcionaba y el poder que tenían los monjes en la Edad Media. ¡Incluso eran capaces de dar una conferencia sobre el tema!
Durante el curso 2018-2019, el grupo de investigación LLABOR de la Universidad de Oviedo y el Colegio Público de Balmonte de Miranda pusimos en marcha el proyecto ConCiencia Histórica. Nuestro objetivo era convertir el patrimonio cultural rural en el eje del proceso educativo. Y al alumnado en protagonista del aprendizaje investigando la historia de su propio municipio.
A menudo los recursos patrimoniales del territorio y los saberes de los habitantes locales pasan desapercibidos. La riqueza paisajística, especialmente en las zonas de montaña, eclipsa un patrimonio cultural extraordinario, poco valorado y casi olvidado debido a la despoblación del medio rural.
La increíble experiencia del curso pasado nos ha animado a continuar durante el curso 2019-2020. Y mantenemos la ilusión de prolongar su vida en el futuro, abordando otros temas de estudio, siempre relacionados con el patrimonio rural.
La historia de los paisajes y el paisanaje
El punto de partida de este proyecto son las excavaciones arqueológicas que el grupo de investigación ha realizado en la aldea de Vigaña (Balmonte).
En los últimos diez años hemos descubierto un poblado neolítico, un castro de la edad del Hierro y un cementerio medieval. Los habitantes de la aldea nos han acompañado en este viaje, aportando un conocimiento que nos ha ayudado a plantear la investigación.
Y se han asombrado ante los hallazgos. Para ellos era increíble descubrir que su hórreo se levantaba sobre un cementerio medieval. O que las leyendas sobre el castro escondían los restos de un poblado antiguo.
El esfuerzo por incorporar el conocimiento local, todo aquello que los habitantes conocen de su paisaje, ha contribuido al éxito de la investigación. Nadie conoce el territorio como aquellos que lo han trabajado durante miles de años.
Arqueología en el aula
El interés del grupo de científicos por compartir sus investigaciones conectó con las propuestas educativas del colegio público. Y así nació ConCiencia Histórica: la arqueología, el conocimiento local y el método científico se convirtieron en el eje de los trabajos en el aula.
El objetivo es dar protagonismo y responsabilidad al alumnado en la escuela y en el municipio. Con trabajos científicos reales favorecemos el desarrollo de habilidades y la fijación de conocimiento.
La excavación arqueológica del antiguo monasterio del pueblo se convirtió en la principal actividad didáctica. Y se conectó con las materias y temas que los maestros han de impartir cada trimestre.
Dos arqueólogos profesionales en colaboración con profesores y alumnos de la universidad dirigen los trabajos. Los niños y niñas, desde los 3 a los 11 años, participan en todas las labores propias de una investigación: buscan la información histórica, preparan la excavación arqueológica, estudian los materiales encontrados y registran los datos obtenidos utilizando las nuevas tecnologías.
Como apoyo se hacen varios talleres a lo largo del curso. Algunos tienen la intención de enseñar los pasos del método científico. Por ejemplo, estudiamos lo que nos dicen los huesos sobre la vida de una persona. Y analizamos los restos de animales para saber algo más sobre la ganadería antigua.
También nos atrevemos con talleres de arqueología experimental: aprendemos a hacer cerámica y hacemos el horno para cocerla.
La construcción de una cabaña con materiales tradicionales es una de las aventuras más divertida. Pisar barro mezclado con paja para poner en las paredes resulta fascinante para el alumnado. !Y es una gran experiencia para comprender los problemas cotidianos de las sociedades en la historia!
Los vecinos también son protagonistas
Una de las apuestas más emocionantes es revitalizar el conocimiento local. Hacemos pan en un horno antiguo del pueblo y aprovechamos la ocasión para festejar el momento con música tradicional. Los cantares de Concha o Auristela nos transportan a otros tiempos, cuando reunirse en torno al fuego era la única actividad posible durante las noches de invierno.
Además, implicamos a la comunidad sanitaria para hablarnos de comida saludable mientras hacemos pan de forma tradicional.
Toda la comunidad se implica en el proceso de aprendizaje y colabora activamente con el alumnado. Así logramos un continuo trasvase de saberes.
Y el resultado final es un servicio a la comunidad. Los alumnos han diseñado una ruta turística por Balmonte en colaboración con el Ayuntamiento: “Las chalgas de los escolinos”. En este paseo por la villa se pueden ver señalizados los restos del antiguo monasterio reutilizados en las actuales casas de la localidad.
Los talleres favorecen la transferencia de conocimiento en el medio rural. El objetivo es despertar vocaciones científicas convirtiendo al alumnado en el protagonista de las distintas fases de la labor investigadora.
Revalorizar el papel de las humanidades
Pretendemos sacar la investigación de las aulas universitarias y llevarla al campo. Urge equilibrar las oportunidades de las niñas y niños rurales con los que se forman en la ciudad. Y es necesario que la universidad conecte con la sociedad rural.
Los investigadores no podemos limitarnos a dar conferencias o charlas divulgativas. Debemos trabajar activamente con la gente. Así, favorecemos que se identifiquen con nuestra investigación, que en realidad es la suya, ya que estudiamos su historia.
También revalorizamos el papel de las humanidades como ciencias que generan saber científico. Las actividades realizadas por el alumnado dan valor al conocimiento del pasado para comprender el presente. Y son una herramienta adecuada para plantear opciones de futuro.
La cultura científica no es solo desarrollo tecnológico. Las humanidades, y concretamente la historia, son un pilar básico que permite comprendernos como sociedad y plantear soluciones innovadoras para el futuro.
Nuestros objetivos: investigar para conocer. Y convertir el conocimiento histórico en una herramienta que permita activar un futuro con un medio rural vivo.
Este artículo ha sido escrito con la colaboración de Nuria Peláez Álvarez, directora del Colegio Público de Balmonte.
Margarita Fernández Mier, Profesora Titular de Historia Medieval, Universidad de Oviedo
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Leer el original.