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El pasado sábado tuve la suerte de poder compartir experiencias con representantes de la Xell, el Espai Obert La Serra, el Submarí Lila, el Ceip La Llacuna, Xavier (padre homeschooler), El bosque de Gulubú Madre de día y Esto no es una escuela, en el III Encuentro Familias en Ruta, que se celebró en el camping ecológico de Vinyols de Camp durante todo el fin de semana. Allí aproveche para explicar mi visión personal sobre el momento que están viviendo las pedagogías alternativas, desde la perspectiva que me da el estar en continuo contacto con todo tipo de proyectos.
El cambio de modelo se encuentra sin embargo con detractores. El primero, las facultades de pedagogía y las escuelas de magisterio, donde por innovación educativa entienden sobre todo el uso de nuevas tecnologías, aunque la pizarra electrónica acabe usándose para lo mismo que se utilizaba la de tiza. El segundo es el colectivo de maestros, formados en en estas escuelas, que sienten como un intrusismo que una parte de la sociedad esté proponiendo nuevas fórmulas distintas a las que ellos aprendieron. A esto hay que añadir que a menudo consideran que las pedagogías alternativas son elitistas, aunque como demuestran experiencias como las del CEIP La Llacuna y tantas otras, cambiar el modelo es cuestión de recursos, pero sobre todo, de ganas. Por último, aunque no menos importante, tenemos que tener en cuenta el freno que suponen algunas familias que rechazan las pedagogías alternativas por miedo y desconocimiento. Si a mi, con la de deberes que he hecho, me ha ido tan mal… ¿qué futuro le espera a mi hijo si no se los mandan? -parecen pensar, sin caer en la cuenta de que quizá, si un modelo no funciona, hay que cambiarlo, no ahondar más en él.
Y a pesar de todo, la educación cambiará. Y no porque lo digan cuatro hippies, sino porque la economía lo requiere. Ya no son necesarios trabajadores que se limiten a seguir ordenes, sino que las empresas demandan profesionales creativos, con dotes comunicativas y de trabajo en equipo, capaces de resolver problemas por sí mismos cuando los detectan, sin esperar a que el jefe se lo mande. A través de sus fundaciones, ya hay unas cuantas multinacionales -Teléfonica, La Caixa, Fundación Botín- invirtiendo en dar a conocer nuevas maneras de educar. Esto, que a primera vista puede sonar bien, conlleva un peligro: se critica de la pedagogía tradicional que se limitaba a responder a las necesidades del sistema económico de la revolución industrial… vamos a pasar ahora a una pedagogía que responda a los de la revolución digital? Si vuelve a ser la economía la que dicte hacia donde debe ir la educación… qué ocurrirá con las enseñanzas artísticas, las humanidades y todas esas materias que no sirven para nada?
Empieza a pasar con las pedagogías alternativas como con tantas otras cosas que surgieron en los márgenes y que, en cuanto el sistema empieza a ver su potencial, las absorbe, desvirtuándolas. La moda ha traído a muchos proyectos a familias a las que todo esto les suena guai, pero que a la hora de la verdad, en casa, no son coherentes con la pedagogía, con el lío que provoca esto a los niños. También, están empezando a crear escuelas alternativas personas que simpatizan con la educación activa, pero que sobre todo, la ven como una oportunidad de negocio. Un ejemplo: cada vez más escuelas se están homologando por la vía inglesa o americana, porque los requisitos son bastante más asumibles que siguiendo la normativa española. Sin embargo, es difícil encontrar información sobre el tema, y por eso, proyectos nuevos preguntan a proyectos ya homologados por donde empezar. La respuesta de algunos ha sido comenzar pidiendo dinero, hasta 700 € por compartir esta información… ¿con qué cara van luego a explicar a los niños lo bonito que es colaborar?
Encuentro que otro problema importante es la falta de debate. En parte se debe a que los proyectos alternativos se encuentran con tantas trabas, que optan por mostrar una visión totalmente idílica de su actividad. Es comprensible... pero al privarse de compartir problemas, se están privando de compartir soluciones. ¿Qué pasa por ejemplo con el no directivismo en primaria? A algunos proyectos les está funcionando, a otros no tanto… ¿no sería bueno compartir estas experiencias, precisamente para mejorar la salud de la educación alternativa?
Ocurre también que cuando se celebran encuentros de lo que habla principalmente es de como sortear los problemas legales, no de pedagogía. Y suele haber tan buen rollo en ellos, que de cada uno surge una plataforma para afrontar juntos los retos e intentar que se cambie la legislación. Sin embargo, cuando acaban y toca volver a casa y al día a día de cada proyecto -lo que ya absorbe bastantes energías- todo queda en agua de borrajas.
Vivimos un momento de cambios, la educación no volverá a ser lo que era. Queremos para nuestros hijos una escuela que les convierta en ciudadanos críticos, activos, constructivos… y eso es lo que debemos ser nosotros ya. Se pueden hacer muchas cosas: participar en plataformas y jornadas (RAMAE, Jornades Per una educació centrada en la persona, Inspira secundària), escribir a los medios de comunicación, explicar nuestra visión a nuestros amigos, generar debate… cualquier cosa antes que quedarnos cruzados de brazos y dejar que otra vez sean otros los que decidan los nuevos rumbos. Porque la educación debe ser mucho más que una preparación para el trabajo, debe ser una preparación para la vida.